lunes, 25 de julio de 2011

Bon Iver de Bon Iver

Justin Vernon era el hombre que se ocultaba tras Bon Iver, en el majestuoso y espléndido "For Emma, forever ago", un álbum que se elaboró en una cabaña paternal apartada en los montes de Wisconsin. Allí, huyendo de la ruptura con su novia y su banda, y armado principalmente con una guitarra y su voz, compuso unas estupendas canciones donde nos mostraba todo su dolor y desolación.
Ahora Bon Iver, ya no sólo parece el proyecto de Justin, en este disco se arropa de una banda y el sonido austero, desnudo y crudo se transforma en uno exuberante, pero nunca grandilocuente, con miles de detalles - algo se le habrá pegado de los largos ratos pasados con Kanye West -,  donde destaca el acompañamiento de sintetizadores, pedal steel y saxos. Pero eso no significa que se haya perdido la esencia, la voz de Justin se sigue modulando para ofrecer el tono adecuado en cada momento.
Todo el disco, desde la inical "Perth", está perfectamente conjuntado, sin que se produzcan interrupciones de una canción a otra, todo fluye como un conjunto homogéneo sin respiro alguno. Entre ellas destacan "holocene", una canción introspectiva que crece desde dentro y donde mejor demuestra Justin el poder de su voz; "towers", con el majestuoso cambio de ritmo a mitad de canción; y "Calgary", donde todos los nuevos elementos introducidos en el álbum se conjugan para alcanzar la perfección. El disco acaba con "Beth/rest", que al igual que en "Kaputt" de Destroyer, nos zambulle el softrock de los 80, que aunque al principio descoloque, después engancha.
Si ya dio muestras de su genialidad en su primer disco, aquí se supera, dándonos lo mismo, pero en una versión mejorada y amplificada.

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