Cecil y Jordan en Nueva York de Gabrielle Bell

La treintañera Gabriell Bell nos muestra la versión de su mundo, mitad autobiográfico, mitad inventado - salvo en "una tarde", adaptación de un relato de Kate Chopin, donde retrata las apariencias y el vacío en la pareja -, en "Cecil y Jordan en Nueva York", una recopilación de 10 historietas publicadas en diversos medios a lo largo de los últimos años.

Y lo que nos cuenta son historias protagonizadas por adolescentes o jóvenes que se adentran en la cruda realidad, mediante un trazo heredero de la línea clara y con un fondo afilado y desmitificador.

En las historias protagonizadas por adolescentes, como "campamento de verano", "pégame" y "helpless" su mirada tiene un punto nostálgico, que pasa por momentos tanto melancólicos como lúdicos. También es importante la faceta musical, que ya la encontramos, de nuevo, en "helpless" y en "robot dj", donde a partir de la asistencia un concierto del que siempre fue el grupo favorito de Ivy, nos cuenta su trayectoria personal y profesional.
En cambio, con sus historias de veinteañeros, su tono se hace más crudo y mordaz, como en la materialista "no siento nada"; en la desmitificadora "el año de la Arahuna", donde su última viñeta resume la dicotomía entre lo que es y lo que debía haber sido, y en la idílica "Felix", donde una Anna, una alumna de una academia de pintura, dará clases al hijo de Frank Reinhart, un artista consagrado, en donde la relación profesional muda hacia otros ámbitos. También en la metafórica "Cecil y Jordan en Nueva York", es Cecil, quien debido a su fustración, se convierte en silla, ya que es la única opción para ser útil a la sociedad; y en "mi dolencia", Gabrielle nos cuenta una historia personal que bien podría ser psicoanalizada por Freud.

Un cómic notable donde echo en falta el orden en que están dispuestas las historias, en ningún momento existe un orden cronológico que nos ayudaría a constatar la evolución de Gabriell a lo largo de estos años.