martes, 30 de agosto de 2011

La boda de mi mejor amiga de Paul Feig

Más o menos a mitad del metraje de esta película, la protagonista Annie, tras haber metido ya la pata en bastantes ocasiones y aunque aún no ha tocado fondo, le comenta a su amigo policía Nathan lo mal que se había comportado en el viaje de avión hacia Las Vegas, para la despedida de soltera de su amiga Lillian, y mientras él se parte de risa, ella, compungida, le dice: "no tiene gracia". Efectivamente, no tiene gracia ninguna, ni lo que se ha visto anteriormente ni la otra hora que nos queda por delante. Nada en esta pésima película es cómico, aunque lo intentan en cada momento, sólo son situaciones embarazosas para la protagonista, pero no existe nada que apele a la comedia.
Annie, cuya vida se ha convertido en una bajada a los infiernos sin posibilidad de frenarla, es la mejor amiga de Lillian, y es el único clavo que le queda al que agarrase. Cuando le comunica que va a casarse y que quiere que sea su dama de honor, es la única buena noticia que le han dado en años, y hará todo lo posible para que nada falle hasta el enlace. Pero cuando se da a conocer la futura boda en sociedad, aparece Helen, la mujer del jefe de su novio y su mejor nueva amiga, que hace todo lo posible para destacar esta nueva relación y dejar en ridículo a Annie. A partir de ahí, todo es predecible y prescindible.
A estos nuevos directores, guionistas y productores de lo que se ha denominado nueva comedia americana, basada en lo zafio, vulgar y soez, no les vendría nada mal que se dieran una vuelta por ese período clásico de la comedia, donde la brillantez, inteligencia y acidez eran la base de las propuestas, y además eran dirigidas por grandes maestros como Hawks, Lubitsch, Wilder, Leisen, ...

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