viernes, 21 de octubre de 2011

El mar de John Banville

"El pasado, me refiero al pasado real, importa menos de lo que pretendemos".
Las olas y la resaca son dos elementos indisociables al mar. Mientras que en el primero, la suave, delicada y constante cadencia de su movimiento es capaz de erosionar, y finalmente destruir, cualquier superficie que se ponga delante suya; en el segundo, su voraz apetito elimina al instante, tragándoselo hacia las inmensidades del océano, todo lo que encuentra en su camino.
Ambos elementos son extrapolables a la memoria y a las pérdidas personales de Max Modern, y por supuesto, no de forma casual. Max, historiador de arte, decide que la única manera de escapar de su presente, después de la agonía y dolor que le ha producido la muerte de su mujer Anna tras un año de convalecencia, es volver a su pasado y aferrarse a él. Por eso decide regresar a Babyless, el pueblo donde veraneaba con sus padres y conoció a la familia Grace - formada por los padres Carlo y Connie y sus hijos gemelos Myles y Chloe -, y su asistenta Rose. Ellos vivían en los Cedros, un chalet reconvertido en hotel, donde ahora Max se hospeda.
Desde allí los recuerdos brotarán, pero sólo en la manera en que él decide que se materialicen, seleccionando los actos y objetos que considera importantes, acompañándolos de otros irrelevantes, que han podido se reales o inventados, simplemente para que todo forme un conjunto idílico en su cabeza. Por un lado se encuentran los recuerdos de la familia Grace, donde la presencia de Connie, y posteriormente los de Chloe, hacen que confluyan en Max el despertar y descubrimiento del sexo, la indefensión del amor, el paso de la infancia a la pubertad. Por el otro lado y en sentido opuesto, los de Anna, desde que se conocen hasta que muere, centrándose en la relación entre ambos, así como el ulterior dolor y vacío tras su muerte.
Finalmente ambas historias convergen gracias a un nexo común, quizás el único fallo de la novela, ya que al personaje bisagra, sólo se le da importancia en el tramo final, cuando todo se precipita.
Todo perfectamente narrado en un pretérito que se hace presente y viceversa, gracias a un dominio técnico impresionante, donde fluyen de manera precisa y preciosa ambas historias y el propio presente del protagonista. Doscientas y pocas páginas que se leen con gusto y del tirón.

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