martes, 20 de diciembre de 2011

Desgracia de J. M. Coetzee

"La venganza es como el fuego. Cuanto más devora, más hambre tiene".
La venganza siempre se ha dicho que se sirve en plato frío, y como con el delicioso gazpacho o el ajoblanco, uno puede paladearla con fruición, saborearla con deleite y disfrutar del momento. Lógicamente, el problema viene para el angustiado y desgraciado receptor de la acción. Esos momentos se vuelven eternos, todo transcurre a cámara lenta y, una vez finalizado, lo que más desea es que su memoria entierre esos recuerdos en lo más profundo de su ser y que nunca vuelva a tener que enfrentarse a esa situación.
Aunque, ¿es lógico aceptar el castigo como una penitencia por los tiempos pasados? ¿Se debe aceptar el castigo por actos que no hemos realizado nosotros, pero sí nuestros iguales? ¿Es aceptar el castigo una y otra vez, la única forma de redimirse?
Para responde a estas preguntas John Maxwell Coetzee, sitúa la acción de "Desgracia" en Sudáfrica, cuando el apartheid ya es historia y todos los habitantes viven en una armoniosa convivencia. O al menos esa es la imagen que se nos quiere ofrecer y vender, pero es posible que en en las tierras del interior todavía no se haya llegado a la amnistía, y el rencor y el odio, tras muchos años de esclavitud, siga presente.
Hacia esa Sudáfrica profunda se dirigirá David Lurie, un profesor de universidad con cincuenta y dos años y un apetito sexual insaciable, que deberá dejar su puesto, ya que su orgullo y su vanidad le impide disculparse ante sus compañeros y la sociedad, por la relación que mantiene con una alumna suya.
En la ciudad de Salem, en una finca solitaria, vive su hija Lucy, que se gana la vida guardando y cuidando perros por temporada, además de lo que planta y recoge de su huerto con la ayuda de Petrus, un oriundo de la zona con ascendente en la comunidad, que vive en un establo adyancente y que está en proceso de comprarle una pequeña porción de la parcela Lucy, para instalarse con su segunda esposa.
Pero un día de calma chicha, cuando casualmente Petrus no se encuentra en la finca, tres jóvenes negros aparecerán, y la violencia y la furia caerán sobre padre e hija, de manera distinta, marcándoles para el resto de su vida.

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