lunes, 27 de febrero de 2012

Shame de Steve McQueen

Existen ciertos paralelismos entre la finalmente decepcionante "American pshyco" de Mary Harron, basada en el libro homónimo de Brett Easton Ellis, y esta extraordinaria "Shame" de Steve McQueen. En ambas, los protagonistas son dos chicos jóvenes, apuestos, atractivos, con un buen puesto de trabajo que les satisfacen todos sus caprichos, que viven en pisos minimalistas e impolutos, pero que no se encuentran a gusto con el mundo que les rodea. Si en la primera Patrick Bateman (Christian Bale) se convertía en un asesino en serie y la paranoia se apoderaba de él, en la segunda un portentoso Michael Fassbender encarna a Brandon Sullivan, un hombre que vive por y para el sexo.
Todo ello nos lo muestra McQueen desde el inicio de la película. Brandon practica el sexo con cualquiera que esté a su alcance, pagando o sin pagar; por internet o con compañía; en casa, en la oficina o en la calle; ... Cualquier momento es bueno. Pero también nos deja claro, en ese preciso y precioso plano de su cara distorsionada en el vagón del metro, que ese Brandon que vemos es una imagen distorsionada de la realidad, es una persona con un pesar del que no puede escapar y cuya única huída hacia adelante es el sexo.
Y como única tabla de salvación aparece su hermana, una también excelente Carey Mulligan que se está convirtiendo en la mejor actriz de su generación, ahí está esa espectacular interpretación de "New York, New York" que hiela la sangre, aunque sea lo que quisiera tener más alejado de su lado. Es la única persona que ve su vacío interior, ese que no tiene fondo, ya que ella se encuentra en su misma situación. Son dos caras de la misma moneda. Así, en su descenso a los infiernos ella será la única que pueda rescatarlo.
Y esa es la duda es con que nos deja McQueen en su último plano, la respuesta está en nosotros. Todos somos Brandon.

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