jueves, 1 de marzo de 2012

Sherlock Holmes, primera temporada

Sherlock Holmes en un personaje por todos conocido y que cada cierto tiempo vuelve a aparecer en nuestra pantalla. Pero esta adaptación que ha realizado la BBC es sorprendentemente novedosa y de una notable calidad.
Para empezar nos situamos en la actualidad, nada de principios del siglo veinte, y todo lo que ello conlleva. Estamos en un mundo donde todo se
desarrolla a una velocidad de vértigo, al igual que las sagaces deducciones de Sherlock, con todos los instrumentos que ahora tenemos a nuestro alcance, desde internet hasta smartphones de última generación. Todo ello aplicado a los tres episodios de hora y media, basados en los trabajos de sir Arthur Conan Doyle y que bien valen cada uno por una película, que conforman la primera temporada.
Es en el primer episodio, "Un estudio en rosa", donde paso a paso todo va confluyendo hacia lo que todos sabemos. El primero en aparecer en escena es John Watson (Martin Freeman), un médico de guerra que ha sido herido en Afganistán y debe volver a la vida civil. Es por ello por lo que necesita un piso donde hospedarse, así que nada mejor que compartir el mítico 221 de Baker Street con Sherlock Holmes (Benedict Cumberbatch), el cual es compañero de un antiguo amigo suyo. Una vez hechas las introducciones del caso y el resto de las presentaciones, lógicamente también aparecen el clásico inspector Lestrade (Rupert Graves) y el ama de llaves Mrs. Hudson (Una Stubbs), lo que toca es resolverlo.
Y todo se hace a un ritmo endiablado, donde no existe la pausa ni la paja, que implica que el espectador siempre esté atento y en tensión, cualquier pequeño dato puede ser crucial para resolver el misterio. Son especialmente deseados e hipnóticos esos espectaculares momentos donde Sherlock lanza sus conclusiones, tras analizar en cuestión de segundos lo que se encuentra a su alrededor, ya que lo que para nuestro ojo es banal, para él es fundamental.
Detrás de todos estos asesinatos sólo puede estar su archienemigo, Moriarty (Andrew Scott), que si bien está presente de palabra en los dos primeros capítulos, se hará carne en el último, "El gran juego", donde pone a Sherlock entre la espada y la pared, tanto mental como físicamente, en un episodio trepidante, donde para evitar la explosión de hombresbomba deberá resolver unos minicasos cada vez más complicados y en menos tiempo, que te deja exhausto.

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