lunes, 7 de mayo de 2012

Luck, primera temporada

La sensación que se le queda al que esto escribe al final de esta primera temporada es agridulce, y todo porque, tras la muerte de tres caballos durante el rodaje, se ha decidido no continuar con una segunda temporada que ya estaba firmada, lo que seguramente hubiera atado ciertos cabos sueltos que han quedado en el aire en esta notabílisima primera temporada, y que me hubiera gustado ver como se hubieran desarrollado y, finalmente, concluido.
Decir que "Luck" es sólo una serie de caballos, sería como decir que "Toro salvaje" es sólo una película de boxeo. Efectivamente, los caballos son una parte muy importante dentro de la serie, de hecho tres de ellos son protagonistas absolutos, sobre los que se acomodan el resto de los personajes, pero es ahí, en el hábitat que les rodea, donde se encuentra el entramado paralelo.
Aunque se ha puesto énfasis, sólo hay que ver el póster de la serie, en que "Luck" ha sido la vuelta de un espléndido Dustin Hoffman, que dota con multitud de registros a su personaje de Chester "Ace" Bernstein, al medio audiovisual, sería falso decir que es una serie a su medida y servicio. Él es sólo una de las tres partes, descontando los caballos, en las que apoya la trama. Su personaje es un gánster que pasado tres años en prisión por un delito que no ha cometido y que tratará que aquellos que le han puesto en esa delicada situación pagen por ello y al que además, dentro de esa vorágine, se le cruzará la que quizás sea su última oportunidad en el campo del amor.
La segunda pata es un cuarteto de apostantes que van todos a una, pero no pueden ser más diferentes entre ellos. Está compuesto por el misántropo y voz de la conciencia del equipo, salvo para él mismo, Marcus Becker (Kevin Dunn), el incansable jugador de poker y teórico de los caballos Joey Rathburn (Richard Kind), el inocente Renzo Calagari (Ritchie Coster) y el siempre sorprendente Lonnie McHinery (Ian Hart). Más que un grupo de amigos podíamos considerarlos hermanos entre sí, de hecho viven todos juntos en el mismo bloque de apartamentos, ya que comparten todos sus vivencias, a cual más dispar, siempre apoyándose y cuidándose unos de los otros. Un grupo de perdedores al que una jugada maestra les convierte en millonarios.
Y terminamos con la tercera, el hipódromo y las entrañas del negocio. En esta clasificación se enmarcan los jockeys, intermediarios, trabajadores del hipódromo, propietarios y entrenadores de los caballos. Un mundo que nos muestran por dentro, donde la competencia es letal y cualquier pequeño fallo es penalizable hasta extremos insospechados. Pero son las decisiones que toman los entrenadores Turo Escalante (John Ortiz) y Walter Smith (Nick Nolte), también propietario, las que condicionan los actos del resto de las personas que están bajo su mando, tanto directa como indirectamente. Dos personajes que aunque no tienen nada que ver, tienen muchos puntos en común. Son hombres hechos a si mismos, con un pasado que se les hace presente a lo largo de la temporada, leales a sus códigos, recios e inflexibles aunque con un gran corazón, que ponen todo de su parte para que sus objetivos se cumplan. Lógicamente, sus caballos se enfrentarán en la pista para dilucidar cual es el mejor.
Esas son las líneas generales, aunque por supuesto todas se ramifican, dotando al conjunto de un empaque bastante compacto, donde ningún personaje del amplio reparto cojea; todos están más que correctos. Ah, se me olvidaba, las carreras, al menos una por episodio, son espectacularmente apasionantes y estéticas.

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