miércoles, 5 de septiembre de 2012

Falling skies, segunda temporada

Si al final de la primera temporada Tom Mason es obligado a subirse, muy a su pesar, a la nave espacial de los invasores, nada más comenzar esta segunda temporada nos lo encontramos en el campo de batalla, donde accidentalmente es herido por su hijo Ben.
Todo lo que ha acaecido desde su encierro hasta que llega a producirse ese fatal accidente, nos es desvelado en el primer episodio, así como la situación en la que se encuentra la segunda de Massachusetts tras el ataque a la poderosa nave espacial.
Desde ese instante, el grupo comandado por el capitán Weaver siempre ha ido de un lado a otro, escapando de sus perseguidores, pero nunca con un destino prefijado, los invasores les ha obligado a estar en constante movimiento, ya que cada vez les es más fácil encontrarlos con nuevos métodos de localización. Pero una visita inesperada les hacer concebir una opción de vivir en comunidad y en seguridad, de que un presunto paraíso aún existe, algo que ansían aunque les pueda parecer inverosímil, algo sobre lo que pueden depositar todas sus esperanzas.
Si en la temporada anterior los roles de Tom y Weaver eran inicialmente más dificiles de mezclar que el agua y el aceite, esa relación poco a poco fue encajando, limando asperezas hasta que al final formaban una moneda, completándose el uno con el otro. Esa relación sigue siendo fundamental ahora y la dependencia es mayor, cada uno de ellos es capaz de anticiparse al otro, ver los problemas desde dos perspectivas distintas (la militar y la civil), cosa que es de ayuda en situaciones extremas que les van a ocurrir a nuestros protagonistas. Pero aunque ellos sean las estrellas de este serie, siempre tiene que haber alguien que les busque las cosquillas y que de otra visión, quizás más realista y sin sentimientos, de lo que le ocurre al grupo. Ese papel sigue siendo el de John Pope, la mosca cojonera que siempre quiere hacerse notar sin importarle los escalafones dentro del pequeño ecosistema donde viven, para él solo existen sus reglas, y alguna de ellas inesperadas, por su modélica moralidad como podremos comprobar.
Pero además a estos tres se les añade esta vez Ben, que tras quedarse sin arnés, ha adquirido unas prestaciones físicas sobrehumanas que les serán de mucha ayuda al grupo. Aunque su rol dará un giro inesperado, ya que los restos del arnés que se encuentran adheridos a su cuerpo, como una parte más de él, cobrarán vida propia. Como siempre habrá tramas secundarias, donde el nacimiento de nuevas parejas se lleva la palma.
El nivel de esta temporada ha mejorado con respecto a la anterior, aunque se siguen produciendo los mismos errores que lastraban la primera. El principal sigue procediendo del guion, demostrando que lo que vemos en pantalla es inviable en un mundo real, el episodio "young bloods" es un claro ejemplo a lo que me refiero, ¿es posible que de un recinto fuertemente custodiado se pueda escapar con tanta facilidad tras haber disparado a diestro y sinietro? Otra cosa que también me fascina es cómo Karen ha pasado de ser una chica canibalizada por el arnés, a convertirse en la mejor versión de ella misma. Aún así todo adquiere un halo de predecibilidad, a mitad de temporada ya se sabe cómo va acabar todo, por lo que no hay opcción a la sorpresa, aunque en el último momento nos deje un cliffhanger, que para nada tiene que ver con lo que hemos visto durante diez episodios, para que la tercera temporada se convierta en algo totalmente novedoso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario