martes, 28 de mayo de 2013

Aama 2. La multitud invisible de Frederik Peeters

Al final del primer tomo de esta trilogía, ya sabemos porqué se han desplazado los hermanos Nim y Churchill al planeta Ona (Ji), o quizás no. ¿En qué consiste el experimento Aama? Al finalizar este segundo tomo, la respuesta a esta pregunta aún no podemos darla, pero sí vislumbrarla.
Un planeta árido y agreste, donde cualquier signo de vida brilla por su ausencia, es el lugar ideal donde experimentar la evolución de las especies. Simplemente hay que dejar al libre albedrío las probabilidades genéticas de los distintos organismos, para que entre ellos generen un nuevo ecosistema. Esta tarea debe hacerse siempre bajo la supervisión del grupo al que se le ha sido asignada la misión, pero el problema llega cuando el grupo está roto y dos facciones tienen planteamientos diferentes, los cuales vimos en el primer tomo.
En estas condiciones lo más fácil es que el resultado del experimento pueda descontrolarse y tomar caminos insospechados, dando lugar a situaciones inesperadas, convirtiendo una prueba inofensiva y controlada en la peor de las pesadillas.
Peeters sigue manteniendo las tres historias en paralelo, aunque la que tiene mayor relevancia en "La multitud invisible" es la del pasado inmediato, en contraposición al pasado pretérito y al presente desconocido. En esta parte central de la historia, nuestros protagonistas pasarán de la excitación del inicio de un viaje a lo desconocido, a la contemplación del horror como espectadores privilegiados, sabiendo que ese también puede ser su destino, en un final del tomo apoteósico.
Esta aventura confirma a su autor como un excelente generador de paisajes, desde el árido desierto hasta la selva más exuberante, y de las criaturas que los habitan, con una poderosa inventiva y un uso del color extraordinario. Unas criaturas nacidas de su imaginación como una hibridación entre animales y robots, con una inteligencia artificial capaz de adaptarse a su hábitat, así como sacar partido de sus habilidades.
Si Peeters es capaz de aglutinar en su tercer tomo las tres historias de forma coherente, cerrando el círculo temporal, y manteniendo el nivel de este excelente tomo, sólo nos quedará rendirnos a sus pies.

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