miércoles, 1 de julio de 2015

The Americans, tercera temporada

Hay dos palabras que pueden definir la tercera temporada de "The americans": violencia, física y mental; e hijos, o en un sentido más amplio, la relación de éstos con sus progenitores. Lo mejor, o peor para los protagonistas, es que ambas van de la mano en algunas fases de las distintas tramas de la serie.
En muchos momentos de la temporada duele mantener la vista en el televisor, mientras cuerpos inertes son sometidos a la rotura de sus articulaciones para hacerse sitio en una maleta; se caldea el ambiente cuando la venganza de un pueblo se personifica con un bote de gasolina y un neumático; se para el tiempo, como en "Cortina rasgada" de Alfred Hitchcock, contemplando cómo matar con tus manos nunca es tarea sencilla, ... A un nivel más familiar, el de los Jennings naturalmente, tampoco hay que olvidar que tener al dentista en casa sea una buena idea y recordar que usar a los hijos como medio para obtener una victoria, está abocado al fracaso.
Tras el final de la segunda temporada, estaba claro que Paige se iba a convertir en el hilo conductor de ésta tercera. Si el final de la primera temporada hacía que el matrimonio Jennings se oficializara a nivel doméstico y dejara de ser una simple apariencia, tomar partido por el Partido, vuelve a pasar factura. Elizabeth siempre ha sido la que ha demostrado que la patria está por encima de su propia vida; en cambio, Philip, ya ha tenido momentos donde ha pensado dejarlo todo y vivir como un ciudadano estadounidense ejemplar, no tiene ganas de volver a la Unión Soviética y sufrir penurias. Así que ante la disyuntiva que se les presenta, las posiciones no pueden ser más encontradas y cada uno de ellos jugará sus bazas para obtener su favor.
Pero al contrario que Dana Brody de "Homeland", Paige sí tiene algo entre los hombros. Desde el inicio de la serie, y con múltiples pinceladas - "The Americans" se asemeja a un excelso cocido, donde una gran cantidad de ingredientes se van añadiendo en las cantidades precisas, hirviendo a fuego (muy) lento -, comprobamos como Paige analiza su entorno familiar y ve que tiene un funcionamiento fuera de la norma: padres ausentes fuera de su horario laboral, huidas nocturnas provocadas por llamadas de última hora, mucha vida social en la lavandería, ... Cada vez cargada de más interrogantes y menos respuestas, busca ese apoyo que le falta, sobre todo moral, en el cristianismo, y su sentido de la culpabilidad anexado. Así hasta que llega la gota que colma el vaso y Paige les suplica que si realmente la quieren, que le digan la verdad.
Y la obtiene, aunque no sea lo que ella esperaba. Sus padres son espías rusos y sólo ella y nadie más que ella, debe saberlo. Los sentimientos de incredulidad aumentan en ella, incapaz de comprender la gran farsa que ha sido su vida. Por ello busca acomodo en el Padre Tim y su esposa, que ya llevaban un tiempo actuando como padres a la sombra, usurpando el papel que los Jennings deberían tener, si no fuera por su agenda oculta.
Este juego de espejos se vuelve a repetir a lo largo de la temporada, profundizando en las heridas en nuestros protagonistas. Por un lado se encuentra el agente Beeman, sólo a la deriva tras su fracaso matrimonial, que no acaba de aceptar, y con un hijo al que no es capaz de comprender en su paso por la adolescencia. Pero gracias al apoyo de Philip y sus encuentros en las salas de terapia, y a la presencia del joven Henry en su nueva vida familiar, la vida se hace menos pesarosa. A lo anterior hay que sumarle su labor como agente del FBI, una tarea a tiempo total.
Si parecía que su olfato se había oxidado tras su relación rota con Nina, ahora vuelve con bríos renovados. Ahí están sus nuevas víctimas: Zinaida Preobrazhenskaya (Svetlana Efremova), la desertora enganchada a las barritas de chocolate y que dice todo aquello que su público quiere escuchar; y Oleg Burov, que aún no sabe que ha caído en la tela de araña. Aún hay otra más, de la que hablaré más adelante.
Pero aún existe otro juego de espejos más endiablado. Asemejándose a la tercera ley de Newton, existe una acción/reacción entre la relación Philip/Paige y Philip/Kimberly (Julia Garner), la hija adolescente del jefe del grupo afgano de la CIA. Si en casa es el padre ausente, en su trabajo es la pareja de la adolescente. Todo aquello que Kimberly, Kimmie para los amigos, le cuenta a Philip con respecto a su (inexistente) relación con su padre, es justo lo que Paige le reclama como padre; una figura de apoyo con quien compartir sus momentos, tanto los altos como los bajos.
Pero es que además, a Philip se le acumula el trabajo. Su idílica relación con Martha, kamasutra de por medio, tiene que pasar por la prueba de fuego, el descubrimiento de que su esposo Clark no es quien aparenta ser. Tras el descubrimiento del micro en el boli de Gaad, todo el mundo es presuntamente culpable para el inquisitivo Walter Taffet (Jefferson Mays), incluso el propio Gaad. Esta revelación, no la del boli sino la aparición de Taffet, hace que Martha dude del significado de su vida. La actuación de Alison Wright es inconmensurable, mostrándonos con su simple presencia toda una gama de sentimientos (miedo, inseguridad, traición, ...) sin necesidad de decir una palabra.
Así que para que el dream team de los espías no se les vaya nada de las manos, le ponen un nuevo jefe, Gabriel (Frank Langella). Su antiguo mentor se reúne con ellos en un piso franco, dejando atrás las citas en lugares siniestros, aunque su relación de amistad irá derivando en animadversión. El hombre de los regalos, con su lenguaje conciso (ahí están esas partidas de Scrabble que sustituyen al ajedrez), intenta reconducir la situación en que se encuentran los Jennings a favor de la causa, siguiendo las indicaciones de sus superiores, algo que a Philip, otra vez él, cada vez le causa una mayor presión, hasta el punto de que la cuerda se tensa demasiado.
Y al final, volvemos al principio. En el último episodio no tenemos un cliffhanger mayúsculo, aún podía haber sido peor la confesión de Paige, aunque sí varios frentes abiertos en espera de respuesta, que como bien sabemos, se irán mostrando poco a poco en una ya confirmada cuarta temporada. Y claro, también que hay otra palabra para definir la tercera temporada: magistral.