sábado, 20 de febrero de 2016

Anomalisa de Charlie Kaufman y Duke Johnson

Es obvio que la genial "Anomalisa" no se podía rodar con actores de carne y hueso. Su planteamiento lo hace inviable, ya que todos los personajes, salvo su protagonista principal - Michael Stone, un escritor de libros de autoayuda -, poseen los mismos rasgos faciales y el mismo tono de voz, indistintamente del sexo y la edad, conformándose sus caras mediante piezas encajables, a las cuales se les ven las costuras; gran acierto el uso de tornillos a la vista, subrayando su aspecto robótico. Todo ello para realzar un mundo homogéneo y rutinario, donde los individuos no se diferencian unos de otros.
Para Michael, su vida carece de alicientes. Aunque está casado y tiene un hijo, vive en una constante monotonía, que no la salva ni sus viajes por motivos laborales. En este momento llega a Cincinnati para dar una conferencia sobre servicio cliente.
Una vez alojado en el hotel, y tras pensarlo detenidamente, nada mejor que contactar con una antigua novia, para comprobar lo cierto de donde hubo fuego, siempre quedan rescoldos. Si la llamada de por si ya puede resultar embarazosa, todo puede empeorar; aquellas rencillas pendientes pueden pasar a mayores, el tiempo no siempre olvida ni perdona. Michael, abatido, vuelve a su habitación, es un perdedor nato. Una habitación que también se convierte en protagonista, sus tonos sombríos y apagados, mezclan perfectamente con la personalidad de Michael, recordándonos en su conjunto a las pinturas de Edward Hooper.
Pero la vida también es capaz de dar sorpresas inesperadas. Una voz de mujer rompe el monocorde tono de la narración y a Stone no le que más remedio que salir disparado de la habitación para encontrar a esa persona, ese rayo de luz que puede iluminar su existencia. Lisa, la chica que se esconde tras esa voz, se convierte en la anomalía que hace que la vida tenga un sentido, y cuya pérdida, puede generar la peor de las pesadillas.
Esa es la cuestión que Charlie Kaufman, como guionista, quiere servirnos. ¿Es posible que el enamoramiento sea eterno?

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